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Alena

Alena

Autor:Giselle Schwarzkopf

Terminado

Introducción
Alena es feliz. Sus padres la adoran y, con nueve años, ella solo piensa en muñecas y en juegos de té. Alena ama las flores y los dulces. Su habitación está llena de ellos... Octavio Morales sabe esto porque observa a Alena. Octavio está enfermo: es el peor tipo de monstruo que puedas imaginar. Alena está en peligro y nadie puede salvarla.
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Capítulo

Estamos invitados a tomar el té.

La tetera es de porcelana, pero no se ve.

Yo no sé por qué.

La leche tiene frio y la abrigaré.

Le pondré un sobretodo mío, largo hasta los pies

Yo no sé por qué.

María Elena Walsh

Parte uno

Antes y después

2013

Los nervios le comían las entrañas con lentitud. Una constante sensación de desasosiego invadía su vida desde que esa chica, de la que había oído hablar varias veces, había desaparecido.

Estaba nervioso por su esposa, quien parecía preocupada.

Estaba nervioso por su alumno; el chico no paraba de cometer errores.

Y estaba jodidamente nervioso porque era el tercer día que se acercaba a la comisaría con la esperanza ver a la chica.

La otra Olivia.

Ni en sus sueños más locos se imaginó tan cerca de los uniformados otra vez, pero necesitaba saber.

Avan era su chico favorito, le caía bien y lo encontraba parecido a él. Había generado una gran simpatía hacia el muchacho, y más ahora que había demostrado de qué estaba hecho.

Estaba feliz con lo que había realizado, pero temía que la cagara.

Así que esperaba cerca de la comisaría. No sabría si la vería entrar, ni siquiera sabía si estaría allí, después de todo, estuvo unos días sin ir a clases.

Entonces vio el coche de sus padres frenar frente a la entrada. Si estaba allí, debía estar su hija o debía llegar pronto.

Presuroso, bajó del carro y entró en la comisaría.

—¿Qué se le ofrece? —preguntó la oficial.

—Tuve un problema con unos vándalos, rompieron la ventanilla de mi coche y quiero que paguen —dijo con vehemencia.

—Está bien, pronto lo atenderá un oficial.

—¿Qué ocurre? —dijo un oficial al encaminarse al mostrador.

Pero él no respondió ya que vio a la chica acercarse.

—Olivia, me encantaría poder hablar contigo. ¿Puedes quedarte un momento más, por favor? —le preguntó a la chica que lo miraba con sorpresa. Se veía cansada e incluso parecía que había llorado.

Él tenía debilidad por las mujeres cuando lloraban.

Se disculpó con el oficial y ella se acercó a él.

—Claro, ¿qué necesita?

La charla que mantuvo con la joven allí dentro se quedaría con él en su cabeza. Había dicho más verdades que en mucho tiempo, pero la chica no lo entendería.

Se subió a su coche y pensó en las ganas que tenía de acariciar el cabello de su esposa.

Esperaba que se portara bien... o mal, era mejor que se portara mal: quería verla llorar.