En la ciudad A, en la sede del Grupo Gadbury.
Antes de entrar al ascensor, Ava Nagel llamó a su esposo, quien solo venía a casa una vez al mes. Sin embargo, la llamada fue rechazada de inmediato.
Ante esto, Ava se mordió el labio inferior y se dirigió a la oficina del presidente, la cual se encontraba en el último piso del edificio.
"Lo siento, señora Nagel, pero no puede entrar ahí”, la secretaria la detuvo con un tono frío, pero a la vez cortés.
Ava le dirigió una mirada helada: "¡Apártate de mi camino!”.
La hermosa chica la miró con indiferencia y resopló: "Señora Nagel, nuestro presidente me pidió echarla la próxima vez que la viera por aquí. Me temo que, si no se va ahora mismo, tendré que llamar a seguridad”.
Todo parecía indicar que ese marido suyo en verdad no quería verla.
Intentando reprimir el dolor en su corazón, Ava mantuvo una expresión tranquila.
"Esta es la compañía de mi esposo; ¿quién crees que eres para echarme? ¡Fuera de mi camino!".
Con esto, empujó a la secretaria y abrió la puerta de la oficina con un golpe.
Dentro de la habitación, los gemidos de una mujer resonaban por todas partes. Su esposo, con quien había estado casada durante dos años, se encontraba en la silla de su oficina con una mujer sentada a horcajadas sobre él. La mitad superior de la blusa de la desconocida estaba desabotonada y resultaba obvio lo que estaban haciendo.
Los ojos de Ava se llenaron de lágrimas y apretó los puños con fuerza.
Por su parte, Damien Radbury se sintió molesto por la interrupción y frunció el ceño con disgusto. Mirando con rudeza a su esposa, gritó:
"¡Sal de aquí!".
Su tono fue cruel y despiadado.
Ava inhaló profundamente, manteniendo la serenidad. Sin importarle que Damien la estuviera mirando fijamente, caminó hacia él.
"Tus padres nos dijeron que cenáramos con ellos este sábado".
Esta fue la razón por la que no tuvo más remedio que buscarlo, pues Damien nunca contestaba sus llamadas ni regresaba a casa, a menos que estuviera borracho.
A pesar de que llevaban dos años casados, eran prácticamente dos desconocidos.
"Entendido. Puedes salir de aquí ahora". Cuando Damien terminó de hablar, ni siquiera miró a su esposa y continuó acariciando a la mujer en sus brazos. Esta gimió suavemente y envolvió sus brazos alrededor del cuerpo del hombre.
Sintiéndose impotente, Ava apretó los puños con fuerza. Quería alejar a esa mujer de Damien. Quería tomar el vaso de agua sobre la mesa y lanzárselo a ambos. Quería gritar y preguntarle a ese hombre por qué tenía que engañarla y meterse con tantas mujeres…
Sin embargo, tuvo que clavarse las uñas en la piel para recuperar la compostura. Siendo parte de la familia Nagel, y no cualquier arpía callejera, no podía permitirse hacer eso. Tenía que mantener su orgullo y dignidad.
Además, su matrimonio con este hombre era solo de conveniencia y no había amor de por medio. Sus padres habían intentado todo para lograr que Damien se acostara con ella, incluyendo emborracharlo, pues querían convertirla en la nuera de la familia Radbury. Pero, sin importar lo profundamente enamorada que ella estuviera de este hombre, a él no le importaba en absoluto.
¿Qué sentido tenía llorar, gritar y montar una escena? Con eso, solo lograría que Damien la odiara aún más.
Sin embargo, ella logró controlarse a pesar del profundo dolor en su corazón.
"Vaya, veo que no eres muy quisquilloso cuando se trata de mujeres. Ni siquiera te tomaste la molestia de encontrar un p*ta decente”, comentó burlonamente, con una sonrisa en los labios.
La expresión de la mujer en los brazos de Damien cambió y miró con fiereza a Ava. Luego se recargó contra el pecho de Damien y sollozó: “Amor, no entiendo cómo esta mujer puede insultarme así…”.
Damien la abrazó y le dio unas palmaditas en la espalda para calmarla con un gesto de ternura. Luego miró a Ava fríamente:
"¿Con qué derecho la llamas así? Tú eres la peor basura del mundo”.
El rostro de Ava se puso pálido, pero su sonrisa se volvió más amplia: "Entonces, si estás casado conmigo, eso te volvería basura también, ¿no lo crees?”.
Una vez que terminó de hablar, se dio la vuelta para alejarse. Temía perder el control si se quedaba allí más tiempo. Al salir de la oficina, se encontró con la secretaria que intentó evitar que entrara hacía un momento. Cuando la chica notó lo alterada que estaba Ava, la miró con una expresión burlona.
Sin embargo, ella mantuvo la frente en alto mientras entraba al ascensor, y no fue sino hasta que las puertas se cerraron que dejó salir su frustración. Resultó que para su esposo, ella no era más que un pedazo de basura...