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La Compañera Humana del Alfa

La Compañera Humana del Alfa

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Introduction
Cynthia había soportado una vida de penurias desde el trágico suceso que se llevó a sus padres. Empezó a llevar una vida inestable, mudándose de un lugar a otro. Su nueva escuela no era diferente, ya que los otros estudiantes, especialmente los hombres lobo, la despreciaban por ser humana. Pero todo cambió cuando descubrió que era la pareja del Alfa. Fue una revelación que la dejó aturdida, confusa y asustada. Desde que sus padres fueron asesinados por esas criaturas, siempre había mirado a los hombres lobo con recelo y miedo. Estaba indecisa e insegura. ¿Se arriesgaría por amor y aceptaría al alfa como su pareja, o dejaría que sus experiencias pasadas nublaran su juicio y lo alejara?
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Chapitre

Punto de vista de Cynthia

No podía dejar de correr.

No podía retroceder. Tenía miedo, demasiado miedo para mirar atrás.

Estaba viniendo detrás de mí, a una enorme velocidad. Ya me había dado la vuelta y vi sus ojos rojos. No podía mirarlo otra vez.

Estaba cansada, pero debía continuar si quería seguir con vida. Tenía que seguir corriendo.

"¡Cynthia, corre! ¡Sigue corriendo!", exclamó ella a mis espaldas.

Aumenté mi ritmo y corrí más rápido que antes. No podían atraparme.

"¡Corre! ¡No mires atrás!", insistió ella.

"¡Solo corre!", exclamaron ambos.

Escuché un ruido sordo, pero no retrocedí. Los fuertes pasos se detuvieron, aunque no por mucho tiempo, ya que volvieron a continuar.

Estaba jadeando y quedándome sin aliento, pero eso no me contuvo. Tenía que salir de ese lugar.

"¡Zita!". Escuché su grito de pánico.

De repente, dejé de correr y me di la vuelta. Mis ojos se agrandaron y me quedé boquiabierta, ya que no podía procesar lo que estaba sucediendo.

"¡Zita!". Volvió a llorar él, y entonces me di cuenta de lo que estaba pasando.

Eso finalmente los había alcanzado. Ella estaba tumbada en el suelo con su poderosa forma sobre su cuerpo, mostrándole los dientes, lista para devorarla.

Él intentó apartarlo, pero claro que no era lo suficientemente fuerte. Esa cosa lo empujó con su hocico.

Ya había enterrado sus dientes en el cuello de ella hasta desgarrarlo. No podía quedarme mirando, tenía que ayudar.

Avancé un paso, pero desafortunadamente su cuello se volvió hacia mí. Me detuve con pánico.

"¡No!", exclamé.

Eso avanzó hacia mí. Mi corazón latía rápido, pero entonces él se puso delante de mí, sin inmutarse ante sus deslumbrantes ojos rojos.

Lo empujó y gruñó.

"¡Cynthia, corre!", gritó antes de que eso lo tacleara. Él cayó al suelo, con los dientes de la criatura enterrados en su cuello.

"¡NO!".

*

*

Mis ojos se abrieron de golpe y me senté rápido. Estaba jadeando pesadamente. Mi cabeza me dolía y mis manos se movieron hacia mi frente para secarme las gotas de sudor.

Extendí la mano hacia la lámpara de mesa y la encendí. Luego, agarré el vaso de agua y las pastillas en el velador. Las observé y suspiré profundamente.

"No vayas al bosque... ¡es peligroso!".

"¡Hay bestias feroces en el bosque!"-

"¡Quédate siempre en casa y no salgas de noche!".

Si los hubiera escuchado, si hubiera sido obediente, no estaría teniendo estas pesadillas.

La puerta se abrió de golpe y mis hermanos Franklin y Keith entraron corriendo.

Pero todos llamábamos Frank a Franklin.

Keith corrió a mi cama y encendió las luces antes de acercarse.

Frank me limpió el sudor de la frente, mientras que Keith sostenía mi mano derecha en la suya.

"Cynthia, ¿estás bien?", preguntó Frank.

"¿Tuviste otra pesadilla?", preguntó Keith inmediatamente después.

Asentí para responder a las preguntas de ambos. Keith y Frank intercambiaron una mirada antes de que Keith suspirara.

"¡Por suerte hoy nos mudamos!", anunció Frank.

Rápidamente alcé la cabeza con una expresión de sorpresa.

"¡¿Nos mudamos?! ¿Cuándo pasó eso?! ¡¿Por qué acabo de enterarme?!".

Estudié sus expresiones. Keith evitó mi mirada, pero Frank mantuvo una expresión seria.

Keith se volvió hacia el despertador en mi velador y jadeó dramáticamente.

"Son las cinco y diez de la mañana". Dio un aplauso y se levantó. "Cynthia, comienza a empacar. ¡Muévete!".

Cerré los ojos y respiré profundamente. Ahora no tenía tiempo para sus bromas.

Dejé caer mis pastillas y crucé los brazos sobre mi pecho. Había desprecio en mi rostro, incluso me imaginaba mis cejas fruncidas.

"¡No!", declaré mirando a Frank, quien seguía con una cara seria.

Keith se echó a reír ligeramente.

"Por favor, Cynthia. No seas testaruda, lo estamos haciendo por tu propio bien", explicó.

"¡No!", repetí.

"Pero...".

"Sin peros, Keith. ¡No me iré de aquí!".

Ambos sabían que no me gustaba mudarme, ya que siempre tenía problemas para adaptarme a un nuevo entorno.

"Cynthia, no seas así. Ahora que mamá y papá...".

"¡Basta!", lo interrumpí.

No me gustaba que mencionaran a nuestros padres. Todavía no podía superar lo que había pasado, incluso cuando ya había pasado casi un año.

"Nos hemos mudado más de veinte veces. ¿Cuándo dejaremos de hacerlo?", pregunté.

"Solo queremos encontrar un lugar tranquilo para ti, un lugar que no te provoque pesadillas", explicó Keith.

Lancé un resoplido. ¡No eran más que excusas! Era lo único que me decían cada vez que querían que nos mudemos.

Keith señaló mi ventana. ¿Me había olvidado de cerrarla antes de irme a la cama?

"Mira, tu ventana da justo hacia ese bosque. Tal vez ese sea el motivo de tus pesadillas".

Me volví hacia Frank, quien estaba excepcionalmente callado.

No era necesario explicar sus personalidades. Era evidente que Keith era el más sencillo y accesible entre los dos.

Frank era estricto conmigo... No, era estricto con Keith y conmigo, pero solía ser un poco indulgente con Keith.

"Aun así no quiero mudarme, Keith", declaré observando a Frank, como si en realidad estuviera hablando con él.

Y eso era lo que estaba haciendo, estaba dirigiendo ese comentario hacia él.

"Pero Cynthia...".

Frank golpeó mi velador, se levantó y me miró con severidad.

"¡Nos mudamos hoy, es definitivo!". Me estremecí y sostuve el brazo de Keith.

"Frank, cálmate, hablemos con calma, ella lo entenderá".

"Bueno, ya has estado tratando de hablarle con calma. ¿Te entendió?", espetó Frank.

Eso era lo único que me gustaba de él: en lugar de regañarme a mí cuando me equivocaba, regañaba a Keith.

Luego, se volvió hacia mí.

"Empaca ahora mismo. ¡Nos mudaremos a las ocho!". De inmediato, salió de mi habitación.

Keith suspiró y se sentó en mi cama. Puso una mano en mi mejilla derecha y la acarició.

"No te preocupes, Cynthia. Te adaptarás antes de lo que esperas".

"¡Mentira!".

"¡Es verdad! Te daré un paseo por la ciudad cuando lleguemos y, quién sabe, ¡tal vez hagas muchos amigos!".

Puse los ojos en blanco. Ya sabía lo que intentaba hacer, lo que quería decir con eso.

"Te mostraré todos los hermosos paisajes y también...".

"¡Solo dime que quieres que te acompañe para buscar empleo!", lo interrumpí.

Me sonrió alegremente y me guiñó un ojo.

"De verdad eres mi hermana, me conoces demasiado bien".

Sacudí la cabeza. Deseaba ser así de libre para todos, deseaba poder hacer amigos y hablar de lo que sea con ellos.

"¡Cynthia! ¡Cinthia!". Keith chasqueó sus dedos frente a mi rostro.

Parpadeé unas cuantas veces.

"¿Qué?".

"¿En qué estabas pensando?".

"En nada".

Keith se rio y sacudió la cabeza.

"Es obvio que estabas pensando en algo".

"No es nada, pero de verdad no quiero mudarme... ¡Estoy harta de ser siempre la nueva estudiante!".

"Estarás bien".

Justo cuando ya estaba aceptando este lugar, teníamos que irnos de nuevo.

"Estoy en mi último año, ¿no crees que todas estas mudanzas afectarán mis estudios?".

"¡No, eres muy inteligente!".

"Habla con Frank...".

"No, Cynthia. No puedes seguir teniendo esas pesadillas, eso tiene que parar".

Resoplé y me recliné en la cabecera.

"No te preocupes, te prometo que...esta será la última vez que nos mudemos".

Puse los ojos en blanco. Me había dicho lo mismo la última vez que nos mudamos aquí, y ahora nos estábamos yendo.

"No me pongas los ojos en blanco, señorita, ¡o te los arrancaré!".

"¡No me importa!".

Hubo una larga pausa. Ninguno de nosotros dijo nada.

"¿A dónde vamos esta vez?", pregunté.

"¡A Nueva Orleans!".

Murmuré una afirmación. No sabía a dónde iríamos después, tal vez a París.

"Y creo que permaneceremos ahí un largo rato", afirmó Keith.

"Pareces estar muy seguro".

"Sí, el agente nos garantizó a Frank y a mí que la casa a la que nos mudaremos no está cerca del bosque, así que dudo mucho que tengas pesadillas".

No sabía el motivo, pero solté un largo suspiro de alivio.

"¡Eso espero!", murmuré.

"¡Lo sé!".

De repente, su teléfono sonó y lo sacó del bolsillo de su pijama.

Un pequeño ceño fruncido apareció por primera vez en su frente, y luego una brillante sonrisa se apoderó de su rostro.

"Cynthia, empieza a empacar. ¡Nos vamos a las ocho!", declaró corriendo hacia la puerta.

"Espera, ¿a dónde vas tan rápido?", pregunté.

"Oh, recibí un mensaje de Linda"

'¿Linda? ¿Quién es esa?', me pregunté con el ceño fruncido.

Mi hermano pareció notar mi confusión y sonrió.

"¡Es mi novia!", explicó con un guiño.

No pude evitar gruñir. Su novia de una semana. Keith era todo un mujeriego, casi todas las chicas en Finlandia eran sus novias.

A veces me preguntaba si Dios había cometido un error al convertir a ese chico asqueroso en mi hermano.

"¡Bueno, me voy!". Ni siquiera esperó mi respuesta antes de salir corriendo.

Mis ojos se posaron en mi despertador. Ya eran las cinco y cincuenta y nueve, casi las seis.

Me bajé de mi cama, fui a mi armario, saqué mi maleta y la abrí.

Al parecer, no tenía otra opción. Lo mejor era empezar a hacer las maletas. Me hice un moño desordenado y me dispuse a trabajar.

*

*

Después de dos horas, observé mi habitación vacía.

Hacía mucho que había terminado de empacar. Mis maletas ya estaban afuera, puestas en el camión.

Me puse la mochila al hombro y me dirigí a la puerta. Justo en ese momento, escuché la voz de Frank en el patio.

"¡Cynthia, vamos!".

¡Ja! Era evidente que estaba impaciente por irse de ese lugar. Si bien ellos decían que nos estábamos mudando por mi bien, ¿por qué tenía la sensación de que estábamos huyendo de algo?

Como si siempre estuviéramos escapando, ¡pero no importaba!

"¡Keith, entra y saca a esa chica!", gruñó Frank.

"¡Estoy afuera, estoy afuera!", dije mientras salía y cerré la puerta con fuerza.

Caminé hacia el viejo Toyota de Frank, el que nuestro padre le había dejado. Me acomodé en el asiento trasero y saqué un libro de cuentos de mi bolso.

Frank y Keith se subieron. Frank encendió el auto y siguió al camión que llevaba nuestras propiedades.

Tras unos minutos de silencio, Frank y Keith comenzaron a hablar en voz baja. Podía ver que no querían que escuchara su conversación.

Por lo tanto, me sumergí en mi libro de cuentos.

*

*

Bostecé y abrí los ojos. De repente, fruncí el ceño. ¿Cuándo diablos me había quedado dormida?

"¡Estás despierta!", exclamó Frank desde el asiento del conductor.

¿Asiento del conductor? ¿Todavía estábamos en el auto?

"¿Aún no llegamos?", pregunté.

"¡No!", respondieron los dos.

Lancé un gemido y me dejé caer en mi asiento. Al asomarme por la ventana, vi unos árboles altos meciéndose con el viento mientras pasábamos.

Mis ojos se cerraron involuntariamente. Árboles altos, bosques...

Me daban pesadillas.

De inmediato, me volví hacia otro lado, pero no fui tan rápida. Mis ojos captaron algo en el bosque. Volví a mirar para confirmar mis dudas, y ahí estaba, la causa de mis pesadillas.

¡Dos ojos rojos!

Mi cabeza se dio la vuelta y miré al frente. No quería mirar atrás. Necesitaba sacar esa imagen de mi mente.

"Cynthia, ¿estás bien?", preguntó Frank.

Supuse que había visto mi expresión asustada, por lo que asentí.

"¿Estás segura? ¿O quieres que nos detengamos un momento?".

Mis ojos se abrieron como platos. ¿Detener el auto? ¿En el bosque?

"¡No!", grité demasiado alto.