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Mi cariño, eres tan encantadora

Mi cariño, eres tan encantadora

Penulis:

Tamat

Pengantar
Arianna Reid pensó que tenía mucha suerte, casada con Hendrix Roberts, el hombre que más amaba. Sin embargo, nunca pensó que su esposo la odiaría tan profundamente. Dentro del matrimonio de dos años, solo durmió con ella una vez y nunca se quedó con ella durante toda la noche. Toda su ternura se la entregó a otra mujer, Andrea. Cuando decidió renunciar a este matrimonio, de repente descubrió que estaba embarazada. No quería perder a su bebé, optó por ocultar su existencia. Pero cuando preparó el acuerdo de divorcio, Hendrix se negó a firmar con su nombre...
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Bab

Seis semanas de embarazo.

Quedé atónita cuando leí estas palabras en el informe del ultrasonido. De todos modos, solo lo hicimos una vez, ¿cómo fue posible quedar embarazada tan fácilmente?

¿Qué debería hacer ahora?

Si compartiera el resultado con Hendrix, ¿detendría el proceso de divorcio al enterarse? No, definitivamente no; al contrario, pensaría que soy despreciable y que trato de usar al niño para amenazarlo.

Desechando la preocupación, guardé el informe de ultrasonido en mi bolso y salí del hospital.

Había un brillante automóvil Maybach negro estacionado afuera, con las ventanas parcialmente abiertas. Desde el exterior, se podía entrever la mirada fría y distante de un hombre en el asiento del conductor.

Obviamente, muchos transeúntes, se sintieron atraídos por esta escena: un hombre tan guapo conduciendo ese automóvil de lujo.

Hendrix Roberts siempre había sido conocido como una persona rica y atractiva; sin embargo, después de tantos años, ya me había acostumbrado a su apariencia. Sin entorpecer la notoria atención de las personas hacia el auto, me acomodé en el asiento del pasajero.

El hombre al volante, que inicialmente estaba descansando con los ojos cerrados, notó un movimiento, frunció levemente el ceño y preguntó en voz baja, sin siquiera molestarse en abrir los ojos: “¿Listo?”

“¡Sí!” asentí, le alcancé la ecografía, y dije:“¡Richard Hammer te envía saludos!” Richard conocía el contenido del ultrasonido y, aun cuando la información no estaba destinada para mí, por alguna razón, él me la entregó directamente. Circunstancialmente, sin embargo, me encontré con Hendrix.

“¡Estarás completamente a cargo de esto!”, dijo Hendrix, que no era muy comunicativo. Luego de su tajante comentario, puso en marcha el vehículo, sin siquiera dignarse aceptar él. Asentí y me quedé callada.

Después de un largo período de silencio, habiendo obedecido sus órdenes, no sabía qué más hacer.

Nos dirigíamos al centro y ya era de noche. Si no deseaba volver a casa, ¿a dónde planeaba dirigirse? Aun cuando tenía mucha curiosidad, permanecí callada durante todo el viaje, ya que nunca me inmiscuí en su vida.

El informe de la ecografía era lo único en lo que podía pensar, pero no sabía cómo contárselo. Lo miré con el rabillo del ojo, y observé que estaba pendiente del camino. Como de costumbre sus ojos eran incisivos y fríos.

“¡Hendrix!”, dije; la mano, que sostenía mi bolso, estaba algo húmeda de traspiración, seguramente por mi nerviosismo.

“¿Qué quieres?” Las dos palabras que salieron de sus labios eran frías sin denotar emoción alguna.

Como siempre me había tratado de esta manera, empecé a aceptarlo después de un tiempo.  Reprimí la inquietud en mi corazón, tomé un respiro y dije: "Yo ... " 

Solo debía pronunciar tres palabras, sin embargo, en ese momento sonó su celular, así que me vi obligada a tragarme mi osadía.

“Andrea, ¿qué te pasa?”, dijo Hendrix En algunos casos, la gentileza de uno esta, aparentemente, enfocada solo a una persona, ya sea debido a un afecto profundo o a una emoción especial. 

Como era obvio por la conversación entre ambos, la gentileza de Hendrix estaba orientada solamente hacia Andrea Burton.

Era un misterio lo que Andrea había dicho al otro lado del teléfono, sin embargo, hizo que Hendrix frenase repentinamente. “Está bien, la consoló, llegaré pronto. Quédate allí”.

Concluida la llamada, su semblante nuevamente se tornó frío y severo. Mientras me miraba, dijo,  “¡Bájate del auto!” Era una orden tajante, que no admitía réplica.

No era la primera vez que se comportaba así conmigo. Asentí con la cabeza y me tragué todas las palabras que había querido decir; abrí la puerta y salí del auto.

El matrimonio entre Hendrix y yo fue un accidente, más que un destino; no hubo amor de por medio. En el corazón de Hendrix solo estaba Andrea, mientras que yo era un adorno o peor aún, un obstáculo.

Hace dos años, el abuelo de Hendrix sufrió un infarto y tuvo que hospitalizarse; desde su cama de hospital, insistió en que su nieto se casara conmigo. Aunque Hendrix se mostró reacio, aceptó para agradar a su abuelo. Mientras el viejo maestro siguió con vida, Hendrix ignoró totalmente mi existencia; ahora que había fallecido, estaba ansioso por contratar un abogado y divorciarse.

Cuando regresé a la casa, ya había oscurecido. La mansión estaba tan vacía, que lucía siniestra. Probablemente debido al embarazo, no tenía apetito, así que enfilé a la habitación y tomé una ducha antes de acostarme.

Casi al momento de quedarme profundamente dormida, escuché débilmente, proveniente del patio, el sonido de un motor que se apaga.

¿Era Hendrix?

¿Estaba acompañado por Andrea?